Dirección: Adrián Vázquez
Con: Esmeralda Pimentel
Hay ocasiones en que la vida nos lleva por caminos tan inciertos donde nunca esperas terminar. Las idas y venidas de la vida nos dan golpes y en el camino dejamos ir a mucha gente que realmente amamos. Pero en ocasiones hay segundas oportunidades que nos hacen darnos cuenta de que también hay personas que vale la pena no dejar ir.
Silvestre es una chica barrio que durante los últimos años ha dejado que su vida sea un verdadero desastre. Entre alcohol y drogas intenta sobrellevarlo. Un día su padre le confiesa que tiene cáncer terminal. Al morir, Silvestre decide que hay que llevar sus cenizas a reencontrarse con su gran amor. Ella y su hermana hacen un viaje donde se rencuentran con la madre que las abandonó hace 20 y tantos años.
En el antes, el durante y el después de ese viaje está Frankie, el amor de infancia y pubertad de Silvestre. Cuando tenían 15 años, Silvestre estuvo a punto de declararle su amor, pero Frankie ya estaba enamorado de otra chica del grupito: Tarin. Años después, la vida y los encuentros hacen que su amor suceda, ¿pero qué van a hacer con Tarin, su ahora esposa?
Silvestre, aquella chica que siempre se hace la ruda, en medio de una bola de nieve de sucesos importantes, de esos que te marcan la vida, no sabe cómo enfrentar sus miedos y entonces, se da cuenta que quizás no es tan valiente como pensaba.
La puesta en escena sucede sobre unos módulos con formas geométricas que dan niveles y distintas posibilidades resignificantes a la obra. La iluminación en tonos cálidos se intensifica y suaviza centrándose en la protagonista y sus relatos; fluye y transita a través de los distintos espacios ficcionales que la obra requiere.
El sonido es parte importante de la obra pues acompaña los momentos de intensidad, de amor, de tristeza. Se hacen notar temas sonoros de los 80´s y 90´s que traen buenos recuerdos a los que los identificamos.
La dramaturgia utiliza un lenguaje tan coloquial que nos es cercano, y que al mismo tiempo aborda momentos muy cursis que son contrastados a través de chistes. Lo sensible y lo gracioso haciéndose presente.
La dirección deja ver una precisión de movimiento en el trazo que trabaja en conjunto con la actuación. La presencia corporal de Esmeralda Pimental deja ver gran fuerza y energía. La furia y la rabia que su cuerpo emite le vienen bien al personaje que está interpretando. Todo esto favorece a la claridad de los distintos personajes y las diferentes narraciones que la actriz hace mientras da matices a todo lo que está actuando.
La obra nos muestra un lapso de vida de Silvestre que se va rellenando con algunos momentos relevantes del pasado. Todo su historia nos lleva a recordar aquellos sucesos cumbre en nuestras propias vidas, de esos que nos hacen llegar hasta los límites de tal forma que no tengamos otra opción más que ir por lo que realmente queremos. Es una historia que termina donde empezará una historia todavía más grande.
Los vuelos solitarios es una dramaturgia favorecida por un lenguaje cercano al espectador, comicidad y simpleza. La actuación de Esmeralda Pimentel nos engancha a la historia y nos demuestra una gran capacidad de interpretación, sosteniendo un monólogo de casi dos horas con fuerza, energía y precisión. Todo lo que trabaja en conjunto con este texto y actuación logran una obra presencial emotiva y divertida.
Diseño de iluminación: Félix Arroyo
FOTOGRAFÍAS: Juan Rodrigo Becerra Acosta
Miércoles 14 de octubre 7:00 pm.
Teatro de la Ciudad Esperanza Iris
Duración: 100 min.
Siempre suya
Fernanda, la Tancha, Albarrán
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