Cía.: Schaubühne am Lehniner Platz
Dirección: Thomas Ostermeier
De: William Shakespeare
Traducción al alemán: Marius von Mayenburg
Elenco: Damir Advic, Robert Beyer, Lars Eidinger, Franz Hartwig, Jenny König, Urs Jucker, Sebastian Schwartz
La Schaubühne es la compañía de teatro más importante de Berlín y una de las más relevantes quizás de toda Europa. Está conformada por 30 actores estables que se rotan en las diferentes puestas en escena residentes en Alemania y demás espectáculos que se presentan por el mundo. En esta 47 edición del Festival Internacional Cervantino se presentó Hamlet bajo la dirección y adaptación de Thomas Ostermeier.
Dicha compañía opta por la búsqueda de lenguajes teatrales que apuesten por formas escénicas más actuales. Esta adaptación del clásico inglés toma la locura, inmersa en la dramaturgia de William Shakespeare, como el eje de la escenificación.
Se cuenta la historia completa de Hamlet de manera concreta, retomando los textos originales solo para ir directo a la acción: El padre de Hamlet ha muerto y su madre Gertrudis se ha casado con su tío Claudio. El fantasma del Rey le pide a Hamlet que cobre venganza. La locura será su medio para descubrir al asesino de su padre.
El Hamlet de Thomas Ostermeier logra una síntesis del original inglés que potencializa los momentos puntuales de la trama y los potencializa a través de acciones contundentes que se conjugan con lo estético. El texto, aunque sea una obra ejecutada en alemán, es abordado a partir de una cotidianidad y cercanía que favorecen la actualización contextual, pues si bien es respetado el nivel social alto que la trama plantea, para nada se aborda un contexto isabelino clásico, si no que los personajes son abordados como burgueses contemporáneos.
La acción es el medio más importante para transmitir lo que ocurre en escena, esto a través del cuerpo, a través de la interacción entre actores y el espacio. La corporalidad de cada personaje es un reflejo de quien realmente son y sus gestos se vuelven importantes transmisores de las intenciones tanto evidentes como subtextuales.
Se apuesta por la belleza en lo misero y en lo doloroso logrando un choque estético entre lo que en escena es visualmente impactante pero al mismo tiempo es perturbador. En ese sentido, la escenografía se vuelve parte indispensable de la acción. Un escenario sobre otro escenario que se mueve según dónde lo importante suceda. Un gran comedor: el lugar donde la traición se gesta, rodeado por un telón de cadenas que simbolizan la condena y el peso que envuelve a dicha familia. Y la tierra alrededor, símbolo de la muerte, siempre presente como significante de la aflicción que persigue a Hamlet y a los demás involucrados.
El espacio, al igual que la trama, se va ensuciando según la creciente locura del personaje principal. Conforme todo se va complejizando, latas y cartones de leche, significando la ebriedad y la fraternidad al mismo tiempo, vuelan por el aire, embarrándose Hamlet en una mezcla de dichos fluidos, tierra mojada y sangre, revolcándose en la suciedad que la muerte de su padre propició.
Junto a todo el monstruo escenográfico que se vuelve imponente y espectacular a los sentidos se conjuga una iluminación que vuelve delicados e impecables los momentos visuales, así como una musicalización que apuesta por sonidos saturados y abrumadores que se empatan con toda la locura que ocurre en escena. Otra de las herramientas utilizadas que dialoga perfectamente con los tan famosos monólogos de Hamlet es el circuito cerrado, presentándonos estos como confesiones que, al mismo tiempo, funcionan como una lupa que potencia lo que está sucediendo en la escena.
6 actores en escena ejecutan toda la tragedia confirmando la síntesis a partir del original. Esto pone como prioridad la acción ocurrente en escena, que utiliza la convención teatral: cambios de elementos igual a cambios de personaje. Esto hace que se vaya directo a los hechos importantes y al mismo tiempo se recurra a la metaforización y simbolización de la que el teatro es capaz. Se juega con los limites de la convención teatral todo el tiempo. El protagonista malabarea toda la puesta en escena e improvisa según el acontecimiento vivido y latente que es la representación teatral, lo amerite. No se ignora a los celulares sonando, a la gente saliendo del teatro, incluso se interroga al público respecto a lo que Hamlet merece por lo que ha hecho. Esto confirma a la locura como el eje de la puesta en escena por completo, pues no es solo la característica de un personaje, sino de toda la puesta en escena. Se vive entonces la locura de Hamlet y la locura del actor que lo interpreta, Lars Eidinger.
El Hamlet de Thomas Ostermeier realmente actualiza la tragedia inglesa y lo traslada a un contexto actual, no solamente estética sino también subtextualmente. La rigurosidad y la exquisitez del director son traducidas en la escena en un espectáculo impecable en su locura, una locura que nos envuelve como sociedad. Es una experiencia estética potente para todos los sentidos que utiliza una teatralidad contundente en acciones y que profundiza en aquello que se quiere exponer. Sin duda, el teatro por el que la Schaubühne apuesta vuelve al acontecimiento teatral algo vívido que toma las convenciones ficcionales y juega con ellas, haciéndolo de una forma espectacular que impacta todos los sentidos de sus espectadores.
Diseño de escenario: Jan Pappelbaum
Iluminación: Erich Schneider
Vestuario: Nina Wetzel
Música: Nils Ostendorf
Video: Sébastien Dupouey
Combate escénico: René Lay
Auditorio del Estado, Guanajuato.
19 y 20 de octubre 2019.
Duración: 160 min.
FOTO: Pili Pala
Siempre suya
Fernanda, la Tancha, Albarrán
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