Dirección: Bruno Ruiz
Dramaturgia: Ingrid Bravo, Francisco de León y Bruno Ruiz
Elenco: Ingrid Bravo, Daniela Bustamante, Priscila Imaz, Alex Gesso, Israel Sosa
Proyecto apoyado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes
Hemos aprendido a vivir a través de la tecnología. Nos relacionamos virtualmente y esa vida que proyectamos en las redes sociales termina por definir quiénes somos. El mundo que desapareció de los cuerpos es una reflexión sobre nuestra relación con y a través de la tecnología. Una característica que parece ya inerte a nuestra sociedad.
Dependemos de un celular, de la tecnología. Convivimos con las demás personas a través de una pantalla. La virtualidad pretende acercarnos, pero la distancia entre una pantalla y otra no se puede medir. Las últimas generaciones, al menos, hemos convivido con la tecnología desde muy temprana edad, eso es lo que conocemos, lo que mamamos. No existe otra forma de relacionarnos que no sea a través de la tecnología, de lo virtual. Nos conformamos con escuchar una voz a través de una pequeña bocina, con ver una foto y mandarnos mensaje. ¿Y nuestros cuerpos dónde quedaron? Nuestra capacidad de relacionarnos a través del encuentro directo, corporal y tangible cada vez es menor.
Volver público lo privado se ha vuelto un baile egocentrista para sobarnos que solo logra obstaculizar las relaciones humanas, y esas aparentes relaciones que las redes sociales han posibilitado sin importar el lugar y el espacio donde nuestro cuerpo se encuentra nutre la dependiente relación con nuestro celular.
Este acto escénico está conformado por diversos cuadros performáticos que poseen una gran carga de sentido. A través de distintos estímulos auditivos y visuales se nos exponen distintas visiones no literales del tema en cuestión. El dispositivo escénico funciona a partir de un recorrido en diferentes espacios de un lugar alternativo buscando provocar al espectador durante el acontecimiento teatral. Mientras se ve en escena un performance que a través de la corporalidad y el simbolismo nos muestra acciones significantes, los audífonos que les son prestados al público exponen contrapuntos a cerca de la problemática de la codependencia tecnológica que hoy en día es inherente a nuestra sociedad. En ocasiones estas instalaciones o cuadros escénicos no se relacionan directamente con lo que se está escuchando, sin embargo hablan de lo mismo, haciendo un contraste entre lo que se ve y se escucha, provocando los sentidos, pero al mismo tiempo generando una en el espectador preguntas al respecto e incentivándolo a reflexionar.
Los diferentes recursos escénicos a los que se recurren, a través de los sonidos y de imágenes estéticas potentes, todo el tiempo buscan provocar los sentidos del espectador relacionándose directamente con el tema en cuestión. Los diversos estímulos que se están generando todo el tiempo para con el espectador llegan a provocar una saturación en los espectadores, sin embargo esta es la intención y queda claro. Aunque no se cuente una historia concretamente vemos un discurso crítico transformarse en acción.
El mundo que desapareció de los cuerpos es una experiencia escénica que a través de estímulos multidisciplinarios (audio, luz y video) provoca en sus espectadores lo que quiere transmitir discursivamente: una crítica hacia la codependencia con la tecnología y cómo eso ha generado que las relaciones humanas y corporales vayan atrofiándose y diluyéndose paralelamente al desarrollo de las tecnologías relacionales. Es una experiencia estética muy bien construida que posee un fuerte discurso crítico y pertinente.
Escenografía e iluminación: María María y Víctor Padilla
Movimiento escénico: Luis Rodríguez
Videoarte: Mauricio Absalón, Isabel Wulf y Elizabeth Alva
Investigación teórico-documental: Francisco de León, Luis Rodríguez y Bruno Ruiz
20, 21 Y 22 de septiembre 7:00 pm. Arte Factum (Sto. Domingo, Coyoacán)
4,5 y 6 de octubre 8:00 pm. Caja Aurora (San Luis Potosí, San Miguelito)
23 y 24 de octubre 6:00 pm. Facultad de Ciencias políticas y sociales (UNAM, Coyoacán)
Siempre suya
Fernanda, la Tancha, Albarrán
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